sábado, 2 de julio de 2011

La verdad detrás de todo

Hola, mi nombre es Lauro y son un euro. Aun recuerdo cuando era un recién acuñado y viajaba por las estampadoras de la Casa de la Moneda. Soñaba con lo que sería de mayor, cuando llevase un tiempo en circulación, para qué me usarían y que sería capaz de ofrecer a quien me tuviese.

Me acuerdo que el primer sitio donde fui a parar fue a una pequeña pastelería. Abrieron el paquete de plástico del banco y me pusieron en la caja junto a mis compañeros novatos, todos igual de nerviosos que yo. Olía a bizcochos de nata, palmeras de chocolate y goffres recién hechos. En un momento se abre la caja registradora y veo como la dependienta introduce a un corpulento billete de diez euros (qué clase tienen los billetes) y empieza a meter la mano tanteando monedas de los pequeños céntimos. Cuando ya había cogido una de 20 empieza a dejar caer la mano sobre nuestro departamento. Todos bailábamos unos contra los otros esperando a que alguno de nosotros comenzase el viaje por el mundo del mercado y me tocó a mí.

Fui a parar a una cartera de cuero negro, un tanto raída y por el camino pude observar que me había adquirido un abuelito como vuelta a sus diez euros tras comprar bastantes bizcochos. Al llegar a una casa donde se oían niños pequeños decir "feliz cumpleaños mama!" supe que los bizcochos eran para celebrar el cumpleaños de la madre de esos niños. El abuelo abrió la cartera y me entregó a uno de los chavales, que me cogió mientras decía: "abuelito con esto le voy a comprar a mamá algo para su cumpleaños."

El niño me llevó en su bolsillo hasta que llegamos a una tienda de regalos. El chaval cogió un pasador para el pelo y me entregó a la tendera por él. Me sentía increible! Gracias a mí, ese chaval podría llevar un regalo a su madre el día de su cumpleaños, por fin había sido útil para algo.

Durante un tiempo fui intercambiado, a veces solo y a veces junto a compañeros de viaje, por una cena romántica, un villete de avión, un ramo de flores, una entrada a un parque de atracciones y varios regalos más. Empecé a ser un euro maduro, con mucha vida vivida y muchas ilusiones regaladas.

Un día, un chaval me llevaba en su cartera cuando iba a una tienda a comprar un disco. Me entregó a mi junto a varios compañeros a cambio del disco y pasamos a formar parte de la caja de la tienda. Ese día no me devolvieron y me pusieron dentro de un tubo para hacer recuento. Desde que somos pequeños sabemos que ese día tarde o temprano llegará, es un día en el que vuelves al sitio de donde vienes, vuelves al banco pasando a formar parte de la riqueza de alguien hasta que decida sacarte para una nueva aventura.

Escuchamos que no todos los que entramos allí iríamos a parar al mismo sitio: algunos iríamos a la cuenta de la tienda que vendió el disco, otros iríamos a parar a la cuenta de la empresa que lo llevó a la tienda o la de la empresa que lo grabó o produjo. Todos queríamos ir a parar a la cuenta del artista porque eso quería decir que ese artista, que tanto viaja y tanto poder tiene nos podría utilizar en cualquier sitio y podríamos ver mundo y vivir experiencias increíbles, lo que nadie nos había dicho es que esos artistas escasean.

Nadie nos había dicho que los artistas deslumbrantes que todo el mundo admira son la minoría y que la mayor parte de los artistas son pequeños y casi desconocidos que hacen su música no porque nosotros lleguemos a sus cuentas, si no porque sus canciones lleguen a otras personas. Yo fui intercambiado por el disco de uno de estos artistas.

Yo y otros compañeros permanecimos en una cuenta en la que decían que nos tendrían para darnos al músico y allí esperamos con ansia conocer al que nos iba a llevar por ahí de viaje y a ver mundo, quien sabe si algún día incluso convertirnos en cualquier moneda exótica. El tiempo pasaba y allí seguíamos, en esa cuenta, esperando. Lo único para lo que la cuenta cambiaba era para que más dinero entrase. Los euros seguían llegando y cada vez éramos más. Nos tenían a todos aprisionados, en unas condiciones espantosas, como sardinas en lata. De vez en cuando podíamos ver como pasaba alguien a contarnos y sonreía como sintiéndose orgulloso. Nosotros no podíamos hacer más que esperar y soportarlo. Seguíamos soñando con ver a nuestro dueño.

Pasó mucho tiempo y ninguno salíamos de allí. De vez en cuando llegaba un transporte que se encargaba de hacer efectivos pagos de cheques. Cuando llegaba nos apilábamos allí todos esperando que nos llevasen a nuestros dueños legítimos pero era muy difícil llegar a un cheque tan pequeño siendo tantos millones como éramos.

Un día conseguí llegar casi hasta el transporte del cheque y aunque aun quedaba mucho sitio libre nos echaron para atrás sin dejarnos pasar. A todo el mundo se le decía que esos cheques iban llenos, pero no era así!! Los cheques de pagos iba menos de la mitad. Esa cuenta en la que permanecíamos, cada vez más apretados ya que entraban sin para pero salían con cuentagotas, cada vez estaba más saturada. Nos avisaron de que si la cuenta estaba demasiado llena vendría un tipo encargado de recoger las monedas para los fondos públicos a echar un vistazo a ver que era lo que estaba pasando. Al parecer esto llegó a oidos de los que manejaban semejante agujero llenísimo de monedas donde todos los que estábamos allí fuimos perdiendo nuestra esencia.

Un día llegó un cheque gigante, enorme. Un cheque tan grande que con cuatro o cinco de ellos podríamos entrar alli todos los que estábamos en la cuenta. Yo conseguí pasar. Pensé que ese cheque sería para un artista sumamente importante, un artista tan grande que los pagos serían astronómicos. Muchos pensaron en Alejandro Sanz pero cuando nos enteramos de que ya no era músico, que ahora se dedicaba a ser payaso, todos empezamos a buscar otras alternativas. Mientras íbamos pensando el cheque partió. Por megafonía nos iban diciendo para qué se destinaría ese cheque: no era para un artista, era para una empresa que se encargaría de mejorar el flujo de nuestros compañeros allí para que dejásemos de estar en esas condiciones y que pudiesen llegar a su destino lo antes posible. Esa explicación nos pareció bastante buena a todos.

Cuando llegamos a nuestro nuevo lugar de estancia no lo podíamos creer. Era el mismo tugurio que en el que estábamos antes pero vacío. Era una nueva cuenta donde meternos a todos una vez que en la anterior no cabíamos. El cheque paró y nos dejó allí, según nos dijeron, hasta nueva orden.

Lo que habían ideado era una forma de que cuando llegase la visita de el de hacienda no viese allí más dinero del que se supone que tendría que haber pasándonos escondidos en cheques gigantes a otros zulos donde tenernos amontonados.

Ya no lo soportaba más y decidí indagar en los cheques que iban a por nosotros:

Descubrí que la cuenta en la que estábamos era de un tal SGAE. Además, varios de esos cheques que no llegaban llenos eran los que se suponen iban a miles de artistas pequeños que nunca recibían todo lo que de verdad habían generado. Descubrí también que la persona que había mandado el cheque gigante para limpiarlo todo era un tal Jose Luis Rodríguez Neri. La empresa que supuestamente nos pidió no era más que una tapadera que no hacía nada, solo transportar dinero para que ese tipo de hacienda que venía de visita no nos viese. Por lo que pude averiguar, el dueño del antiguo zulo lo único que quería era coleccionarnos, pasamos a ser simples objetos de colección de un tipo con síndrome de Diógenes monetario.

Les escribo esta carta, señores de la Guardia Civil, para avisar de que aquí se están produciendo muchos atropellos. Se está incurriendo en varios delitos graves y lo que es peor: a mí me están quitando la ilusión de entregar ilusiones, porque me estoy dando cuenta de que el dinero en manos de quien no tiene escrúpulos deja de crear ilusiones a crear tormentos.

Me llamo Lauro y soy un euro.

1 comentario:

  1. -Me llamo Lauro y soy un euro, pero mis amigos me llaman "El Santo", porque estoy "canonizado"... jejj

    Muy muy buena entrada,
    (aunque debiste activar eso antes..) jej
    1abrazo!

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